La población adolescente ha sido un grupo especialmente vulnerable a efectos de la pandemia en su salud mental. La COVID-19 supuso una ruptura de sus espacios de socialización y de ocio con su grupo de iguales, elementos fundamentales para su desarrollo físico y social en esta etapa vital.
Los datos de la encuesta FRESC 2021 constatan un empeoramiento de la salud mental en esta población, con un 20% de las chicas (10,4% en 2.106) y un 11% de los chicos (7,9% en 2.016) con riesgo de mala salud mental, observándose desigualdades. Se observan peores indicadores de salud mental en las chicas, especialmente en los barrios de nivel socioeconómico desfavorecido. Por ejemplo: un 42,9% de las chicas declara malestar emocional respecto al 20,9% de los chicos. Además, estos indicadores son peores en las chicas nacidas en países extranjeros y también se ve un gradiente a medida que aumenta la edad.
Para abordar la salud mental de la población adolescente es importante realizar acciones dirigidas: a la vigilancia de la salud mental y sus determinados, a la promoción de la salud mental junto a políticas que incidan sobre las condiciones de vida; a su atención y cuidado en servicios de atención primaria y de atención especializada; ya combatir el estigma asociado.